Sobrevivientes de violencia sexual y buscadoras de desaparecidos de Caquetá y Meta se reúnen para sanar heridas y luchar contra el olvido a través del teatro y la solidaridad
Un encuentro en la tranquilidad de los Llanos
En las afueras de Villavicencio, en el corazón de los Llanos, una finca rodeada de exuberante vegetación y un sinnúmero de especies de pájaros se convierte en el escenario del segundo encuentro «Magdalenas, Territorios de vida». En este espacio de armonía, bajo un kiosco típico llanero con techo de paja, se reúnen mujeres de Caquetá y Meta. Son tres colectivos unidos por el dolor y la resistencia: Asociación de Mujeres Buscadoras de Caquetá, El Vuelo de la Mariposa (Caquetá) y El Tente (Meta).
Las facilitadoras, Catalina Quiroga y Angela Sánchez, han elegido cuidadosamente este lugar para invitar a la tranquilidad y la reflexión en un espacio donde las mujeres puedan sentirse seguras y conectadas con la naturaleza; donde la belleza serena del entorno contrasta con las duras historias que cargan consigo. Pero en este rincón apartado, encuentran la fuerza para compartir, para seguir sanando y transformándose.

Tejiendo confianza a través del arte
Catalina y Angela tejen con delicadeza los hilos de la confianza mediante juegos, ejercicios teatrales y diálogos íntimos, a través de actividades como el «círculo de sonidos», donde las mujeres emiten sonidos sin juicios, creando una atmósfera de libertad y complicidad.
Uno de los momentos más conmovedores es cuando se invita a las mujeres a mirarse a los ojos en silencio; en esos minutos de quietud, se reconocen en la otra y se tejen lazos invisibles pero inquebrantables. Estos juegos son rituales que derriban muros y construyen puentes entre personas, creando un espacio seguro para mostrar cicatrices sin miedo a ser juzgadas.

El poder del Teatro de las Oprimidas
En este encuentro, las agrupaciones se unen bajo el nombre de «Las Magdalenas», un movimiento que nace del Teatro del Oprimido. Mujeres negras brasileñas que trabajaron con el creador de esta metodología, Augusto Boal, decidieron desarrollar una rama propia: el Teatro de las Oprimidas, para abordar las opresiones particulares de género y raza que viven las mujeres.
Catalina resalta que, en Colombia, este teatro enfrenta un desafío único, ya que el conflicto armado aún no ha terminado. Las heridas están abiertas, no solo en las actrices, sino también en el público; por eso, el trabajo de Las Magdalenas de Colombia es especialmente valioso y retador, pues implica cuidar de sí mismas y de quienes presencian sus obras.
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Historias de dolor y resistencia
Tras los ejercicios de confianza, llega el momento de compartir sus historias. Rodeadas por la naturaleza, las agrupaciones se preparan para presentar, a través de puestas en escena, quiénes son, qué hacen y por qué lo hacen. En estas pequeñas piezas cargadas de simbolismo, hablan de la violencia sexual y la desaparición forzada que han marcado sus vidas y sus cuerpos.
Las mujeres de El Tente rinden un conmovedor homenaje a Silvio, el compañero de vida de Carmen, desaparecido hace 30 años por el conflicto armado. Vestidas de negro con pañuelos blancos en la cabeza, símbolo de resistencia y lucha de las Madres de Plaza de Mayo de Argentina, crean una imagen poderosa al juntarse alrededor de la foto de Silvio que Carmen lleva consigo.

Con delicadeza, Carmen envuelve la foto de Silvio en lana roja mientras sus compañeras la abrazan en silencio. Las notas de la canción “Una Pena” de Marta Gómez llenan el aire: «Tengo una pena, no te entristezcas, es una pena apenas, si no la siento, tal vez se pierde y se enmudezca mi pena». La melodía refleja el sentir de Carmen, quien durante tres décadas no ha podido desprenderse del dolor constante y la angustia, ni cerrar este capítulo tan doloroso para comenzar a sanar.
«Me amenazaron, me dijeron que dejara de buscar, pero nunca me rendí», cuenta Carmen con voz entrecortada. Ahora, después de 30 años de incertidumbre, la Fiscalía ha anunciado que entregará los restos de Silvio. Un paso crucial en su proceso de duelo y búsqueda de justicia.
Igual que Carmen, muchas mujeres buscadoras han enfrentado múltiples violencias, desde amenazas hasta violencia sexual. Ahora, ponen sus esperanzas en la nueva Ley de Protección para Mujeres Buscadoras de Desaparecidos, aprobada el pasado abril, en que las reconoce como constructoras de paz y sujetos de especial protección. Esta ley ordena la creación de un Registro Único de Mujeres Buscadoras y garantiza su acceso a vivienda, seguridad social, educación y atención médica y psicosocial. Para las participantes, esta ley es un paso crucial hacia la verdad y la justicia; sin embargo, su implementación oportuna y efectiva será clave. Según la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), en Colombia existen más de 204.191 víctimas de este delito, y la desaparición forzada persiste en varios territorios.
Nombrando lo innombrable: violencia sexual en la búsqueda
Las obras presentadas son un reflejo crudo de las vivencias de las mujeres. El Vuelo de la Mariposa, de Caquetá, en parte de su pieza teatral, muestra cómo un actor armado ilegal secuestra a una joven durante una fiesta. «¿Por qué a mí?», grita desesperada la muchacha. «Por ser mujer», es la escalofriante respuesta de su captor.
En círculos de palabra, las mujeres se atreven a nombrar las múltiples violencias que han sufrido. «Detrás de una búsqueda hay una violencia sexual», revela una buscadora del Caquetá. Muchas fueron víctimas de estos crímenes por parte de actores armados mientras buscaban a sus seres queridos, así como muchas otras mujeres, sobrevivientes de violencia sexual en el marco del conflicto armado, que aún luchan por nombrar los hechos, por su sanción y por la no repetición.
Estas agresiones les han dejado profundas secuelas físicas y emocionales, como úlceras, problemas de tiroides y dolores abdominales. Muchas guardaron silencio por bastante tiempo debido a la vergüenza y el miedo al estigma e incluso algunas llegaron a sentirse culpables. Pero ahora están rompiendo el silencio y han llevado sus casos a la Justicia Especial para la Paz (JEP), donde esperan ser acreditadas y que se haga justicia.
La JEP abrió en 2023 el macrocaso 11, que investiga la violencia basada en género en el marco del conflicto armado. Según datos oficiales, se han documentado hasta la fecha 35.178 víctimas de estos crímenes, de las cuales el 89,2% son mujeres. Para las participantes del encuentro, este macrocaso representa una esperanza de verdad y justicia. A pesar de los desafíos, como la estigmatización y las amenazas, ellas ven en la JEP una oportunidad histórica para que sus voces sean escuchadas y se reconozca su dolor.
Sanando juntas: la salud de los colectivos

Las mujeres también reflexionan sobre la salud de sus grupos, que, como organismos vivos, pueden enfermar y requieren cuidado constante. Exploran dolencias como la falta de escucha, el egoísmo y la envidia; pero también descubren medicinas: el diálogo sincero, la empatía y la solidaridad.
Cada grupo presenta sus «remedios caseros» para tratar los conflictos, como el humor y el arte. Así, van sanando no solo sus heridas individuales, sino también las de sus organizaciones y, de paso, las de sus territorios.
Aprendizajes y desafíos de las facilitadoras
Angela y Catalina también reflexionan sobre su propio aprendizaje en estos procesos. Admiran la valentía y resiliencia de estas mujeres, y su capacidad de dar amor a pesar del dolor. Pero reconocen los desafíos de generar confianza y empoderamiento en medio de las heridas del conflicto; el volver a abrir espacios sin desconfianza y que las mujeres se sientan creadoras, no sólo receptoras, son parte de estos retos.

Un mensaje de esperanza desde el Llano
En el corazón del Llano, estas mujeres tejen con hilos de memoria, verdad y resistencia un nuevo capítulo para Colombia. Cada abrazo, cada lágrima compartida, cada obra de teatro, es un acto de valentía y esperanza. En medio del dolor, encuentran en la solidaridad y el arte la fuerza para seguir adelante, para exigir justicia y construir paz.
Como reflexiona Iris, del grupo El Tente: «La esencia es el amor, porque construimos el amor a través de todos estos sentires. Hacemos un eslabón de sentires, podemos expresar nuestras tristezas y alegrías. Entonces se une esa comunión y sanamos». Desde Villavicencio, su mensaje resuena como un llamado a la esperanza y la resistencia para todo el país.

Nota: Este encuentro, denominado «Magdalenas, Territorios de vida: Intercambio de experiencias de mujeres en el teatro foro», es parte de un proyecto más amplio realizado con el apoyo de la GIZ, Cooperación Alemana. El proyecto busca fortalecer los procesos de las mujeres del Caquetá, brindándoles herramientas creativas, teatrales, de sanación, cuidado, comunicación y sostenibilidad para sus colectivos y grupos en el territorio.