Un hogar para los olvidados
En las calles de Pereira, Jimmy Abello Jiménez y su fundación Malabareando las Calles ofrecen amor y apoyo. Buscan restablecer los derechos de los niños, niñas y adolescentes olvidados por la sociedad. La fundación se enfoca en ‘resignificar la vida’: ayudar a transformar experiencias dolorosas en propósito y esperanza.
Desde el 28 de abril de 2017, Día del Niño, Jimmy rescata a estos jóvenes de las esquinas y las drogas; los lleva a la Casa de los Sueños. «Nuestro objetivo es sanar sus heridas a través del arte, el deporte y el amor», explica.
De las calles a los sueños
La historia de Jimmy es conmovedora y llena de grandes sueños. Desde los 9 años conoció las calles junto a su hermano, quien fue asesinado; esta pérdida le dio un propósito: ayudar a otros niños para que no corrieran la misma suerte.
A los 11 años, Jimmy decidió ir a un hogar para niños en donde empezó a creer en otros mundos posibles. A los 17, salió a trabajar para cumplir su sueño. Estudió pedagogía y durante 11 años trabajó en el ICBF con niños de la calle. En 2016, frustrado por las limitaciones y la violencia, renunció para fundar Malabareando las Calles.
«En 2016 la violencia no cesaba y nadie parecía dispuesto a actuar», explica Jimmy. «Tenía que crear un espacio seguro para estos niños, donde pudieran escapar de la violencia y encontrar una nueva oportunidad».
Durante años, los niños de la calle en Pereira, ciudad de cerca de 500.000 habitantes en el Eje Cafetero, habían sido víctimas de «limpieza social» por grupos al margen de la ley que los atacaban, viéndolos como desechables.
«Encontramos a un chico de 15 años con un tiro en la cabeza», recuerda Jimmy. «A otros les tiraban gasolina mientras dormían en la calle y les prendían fuego».
En 2017, Jimmy fundó Malabareando las Calles. Tenía su idea escrita en 8 hojas de bloc y había tocado muchas puertas. Un día, se acercó a Don Alfredo Hoyos, dueño del restaurante Frisby, y le contó su sueño. Don Alfredo respondió: «Conozco tu trabajo y creo en lo que haces. Dime qué necesitas».
Jimmy le dijo que necesitaba una casa para que los niños pudieran llegar. Finalmente, Don Alfredo pagó el arriendo de la primera sede, que Jimmy llamó ‘La Casa de los Sueños’.
Un oasis en medio del caos
La Casa de los Sueños es un espacio lleno de historias, en las paredes, dibujos de los niños narran su viaje desde las calles hasta ser rescatados. Imágenes de El Principito están en todo lugar; una sala de juguetes se llama B612, como el asteroide del Principito. Es su lugar seguro, su hogar, donde pueden ser ellos mismos.
Aquí, los jóvenes aprenden a soñar, descubren el valor de la higiene, la disciplina y su propia dignidad. «En Malabareando, uno puede ser lo que es. Te sientes libre y seguro», cuenta Esteban, un chico que encontró un hogar aquí.
La Casa de los Sueños es un «nicho de esperanza», donde los niños pueden soñar con un futuro mejor.
Sabores de dignidad
Jimmy repite que los niños, niñas y adolescentes merecen lo mejor y deben soñar en grande. Esta filosofía encontró un aliado en Diego Panesso, chef de Ámbar, un exclusivo restaurante. Panesso decidió llevarles almuerzos gourmet cada jueves.
Preguntaba a los chicos qué querían comer y les preparaba platos con ingredientes que nunca habían probado, él mismo les servía en vajilla elegante, explicándoles cada plato. Más allá de los nuevos sabores, los chicos valoraban ser atendidos como clientes VIP.
Guerreando por una vida mejor
El nombre «Malabareando las Calles» surge de las voces de los niños. «Ellos decían que en las calles no hacían malabares, sino que guerreaban por sobrevivir», explica Jimmy. «Ahora, en lugar de que las calles dispongan de ellos, ellos disponen de las calles».
En fotos: Malabareando las Calles
Creciendo en adversidad
Hoy, Malabareando atiende a 90 niños en una casa más amplia, según datos de la propia fundación. Pronto abrirán un jardín infantil para hijos de madres adolescentes y un estudio de grabación donde los jóvenes expresarán sus historias con música.
El logro más significativo es que estos jóvenes ahora van al colegio y encuentran trabajo digno en empresas locales. Es un cambio radical para quienes alguna vez vieron las drogas y el crimen como su único destino.
Un sueño colectivo
Para Jimmy, Malabareando es un sueño colectivo, «No buscamos sólo mantener a los niños ocupados», insiste; «Queremos crear un lugar mágico donde puedan soñar a lo grande, porque son guerreros que merecen lo mejor».
En Malabareando, los sueños se tejen día a día, vida por vida. Con cada joven que transforma su destino, Jimmy y su equipo construyen un nuevo futuro para Pereira. Un futuro donde ningún niño será olvidado en las calles.