Sembrando semillas de paz en tiempos de conflicto

En un país marcado por décadas de conflicto armado y múltiples violencias, la educación para la paz surge como un llamado urgente y una necesidad apremiante. Colombia, con su historia desgarrada por la guerra, busca nuevos caminos que conduzcan a la reconciliación, la justicia y la construcción de una sociedad más humana y solidaria. Es en este contexto que educadores comprometidos, como Lyda Molina, han asumido el desafío de transformar la realidad desde las aulas, sembrando semillas de paz en las mentes y corazones de niños, niñas y jóvenes.

A continuación, Lyda nos comparte su camino como educadora por la paz:

Por Lyda Molina

Una convicción nacida en el aula

Todavía recuerdo aquellos días de colegio como si fuera ayer. El maltrato entre estudiantes, la indiferencia y el autoritarismo con que muchas veces los profesores castigaban sus acciones, me generaba junto a otros docentes un dolor e inquietud intensos. Sabíamos que algo tenía que cambiar.

Fue así como nació en mí la convicción de que la educación podía convertirse en un camino para la paz. No fue una idea solitaria, otros colegas compartían ese ideal. Un pequeño grupo de profesores que soñábamos con la posibilidad de una pedagogía que sanara, que construyera puentes, que sembrara humanidad.

Escucha el podcast con Lyda Molina en Spotify o ve la entrevista en nuestro canal de Youtube.

Dando vida a la Corporación Otra Escuela

Así, en 2000 dimos vida a lo que hoy es la Corporación Otra Escuela. Soy Lyda Molina, cofundadora y directora de esta organización pionera en Educación para la Paz en nuestro país.

No ha sido una tarea fácil, lo admito. Durante 12 años trabajamos incansablemente ad honorem mientras manteníamos otros empleos para subsistir. Levantar y sostener una Entidad Sin Ánimo de Lucro en nuestro contexto ha sido una carrera llena de obstáculos. Recursos escasos, desconfianza de una sociedad saturada de promesas vanas e intereses ocultos. Pero la convicción en la bondad y necesidad de nuestro trabajo nos mantuvo firmes.

Queríamos aportar pedagogías para construir una cultura de paz, utilizando la creatividad y el arte como herramientas de transformación. Desde el inicio apostamos a la educación, la pedagogía y la paz, empleando como herramienta el arte.

No ha sido una tarea fácil, lo admito. Durante 12 años trabajamos incansablemente ad honorem mientras manteníamos otros empleos para subsistir

“Hemos visto muchos cambios en personas que viven contextos difíciles, encontrarnos con niños y niñas que ahora son adolescentes estudiando, con una mirada diferente, es un cambio”. Lyda Molina

Sembrando paz más allá de la “Semana por la Paz”

Empezamos con actividades en los colegios que hacían parte de la “Semana por la Paz”, un evento que se realiza cada septiembre en Colombia para visibilizar los esfuerzos cotidianos de miles de personas, colectivos, organizaciones e instituciones que trabajan en pro de la paz. Eran escenarios lúdicos y alegres para compartir entre estudiantes.

Pero rápidamente nos dimos cuenta de que se necesitaba un trabajo más profundo y constante. Pasaba la Semana por la Paz y veíamos que los niños y niñas seguían lastimándose, seguían las violencias. Sembrar paz requería más que eventos aislados. Así fue que realizamos nuestro primer proceso de construcción de paz con niños y niñas en un colegio en el sur de Bogotá. Ese colegio le metió el hombro porque la rectora apostaba a la paz. Creo que eso es clave: tener el apoyo de la dirección, que invite a coordinadores y profesores a ser parte del proceso.

Durante dos años trabajamos con profesores, coordinadores, la rectora y estudiantes, facilitando la mediación de conflictos en las aulas. Cuando terminamos, la Alianza por la Construcción de Cultura de Paz sistematizó la experiencia y ellos sugieren que postulemos el proyecto al Instituto Paulo Freire de Berlín, Alemania, para el “Curso de Capacitación para Multiplicadores en Educación para la Paz en especialización en Transformación de Conflictos”.

“Seguiremos aquí, con paciencia, y con sueños gigantes, nutriendo de amor las mentes y los corazones que brotarán en este país tan golpeado, pero tan lleno de fuerza”. Lyda Molina

Una experiencia transformadora en Alemania

Fue así como entre 2007 y 2008, tras ser seleccionados por la innovación y coherencia de nuestro proyecto educativo, mi colega Luis Benítez y yo viajamos a Alemania para formarnos en el Instituto Paulo Freire con la financiación de la Agencia de Cooperación Alemana InWent.

Allí conocimos y aprendimos metodologías tan poderosas como el Teatro del Oprimido, el Teatro Foro, la Educación para la paz y los enfoques de Galtung. Compartimos con educadores de Centroamérica y de otras regiones de Colombia con caminos similares.

Regresé a Colombia con el corazón lleno de esperanza y la certeza de que el arte, la creatividad y el aprendizaje vivencial eran claves para la transformación real. Desde entonces, la Educación para la Paz a través del arte y la pedagogía se volvió nuestro norte, nuestro pilar.

En Alemania conocimos y aprendimos metodologías tan poderosas como el Teatro del Oprimido, el Teatro Foro, la Educación para la paz y los enfoques de Galtung

El arte y la creatividad como claves para la transformación

Empezamos a replicar lo aprendido en Alemania en los barrios, colegios y la universidad. En 2012 paramos durante un año para reflexionar sobre lo hecho y repensarnos. Fue positivo porque nos permitió revisar nuestro rumbo. Teníamos que ver cómo garantizar una retribución económica al trabajo, porque también necesitábamos vivir. La organización tiene que ser un placer y no una carga. Fue una oportunidad para tomar aire y cosechar los frutos de tanto esfuerzo.

En 2013 conocimos a Mar Maiques, experta en educación para la paz de la ONG española Creart, y comenzamos a construir y aprender juntos. Nuestro primer contrato fue con la Fundación Tiempo de Juego” y por primera vez tuvimos un salario, aún pequeño. También iniciamos con el Diplomado en teorías y metodologías creativas para la construcción de paz, que ofrece bases conceptuales, pedagógicas y artísticas para integrar la Educación para la Paz, la neuroconvivencia y el acompañamiento a grupos en la transformación creativa de conflictos.

Crecimiento y expansión de la Corporación Otra Escuela

Empezamos procesos con varias Agencias de Cooperación internacionales y nos expandimos al Cauca. Comenzamos a trabajar para formar formadores y realizamos festivales de Teatro del Oprimido. En el año 2017, se creó una sede de la Corporación Otra Escuela en el Estado Español, específicamente en Madrid, liderada por Mar Maiques. 

Han pasado 24 años desde esos pequeños e ilusionados inicios, y el camino recorrido es inmenso

El impacto de dos décadas de trabajo constante

Han pasado 24 años desde esos pequeños e ilusionados inicios, y el camino recorrido es inmenso. Cientos de personas se han formado en nuestros Diplomados en educación para la paz, provenientes de todos los rincones del país.

Jóvenes vulnerables han encontrado en nuestros procesos un espacio de crecimiento, expresión e identidad a través de diferentes expresiones artísticas y la creatividad.

Mujeres de regiones inmersas en el conflicto armado han tejido redes de sororidad, sanando heridas y fortaleciendo su voz mediante el teatro de la oprimidas, la danza y el trabajo corporal.

Como educadora, el mayor regalo ha sido ver esas transformaciones sutiles pero profundas que se siembran en cada ser humano que cruza nuestro camino. En sus historias he visto florecer la verdadera paz que vamos construyendo.

Reconozco que no ha sido fácil y que aún quedan muchas semillas por sembrar y cuidar para que germinen. Pero cuando veo el impacto tras años de trabajo constante y dedicado, sé que vamos por buen camino.

“Como educadora, el mayor regalo ha sido ver esas transformaciones sutiles pero profundas que se siembran en cada ser humano que cruza nuestro camino”.

Mirando hacía el futuro con esperanza

Como educadores para la paz, nuestro compromiso es no desfallecer, mantener viva las convicciones sobre el poder transformador de la educación para cultivar una Colombia más justa, humana y en paz.

Hemos visto muchos cambios en personas que viven contextos difíciles, encontrarnos con niños y niñas que ahora son adolescentes estudiando, con una mirada diferente, es un cambio. Encontrarnos con quienes dicen que nuestro Diplomado les cambió la vida es importante. Si crees y confías en el otro puede haber paz. Creo en lo que hicimos, si no, hace rato habría renunciado. Es el motor que me hace seguir. Espero que haya un relevo generacional para poder hacer otras cosas y que Otra Escuela siga adelante, inspirando personas en cada rincón del país y por qué no, de todo el mundo.

Seguiremos aquí, con paciencia, y con sueños gigantes, nutriendo de amor las mentes y los corazones que brotarán en este país tan golpeado, pero tan lleno de fuerza.

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