Este artículo escrito por May Romero y publicado en la Revista Matamba en mayo de 2023, expone las complejidades y desafíos que enfrentan las comunidades marginadas en Colombia en su búsqueda de movilidad y progreso.

Aquellos días donde cae la lluvia en la seca carretera    
caigo rendida en mi pequeña cama a la espera    
de despertar y sentirme plena,
Vibrante, capaz, certera.
      
Pero al despertar siempre es lo mismo,
Me levanto pensando en el abismo.
En el destino sin rumbo    
en coger mis maletas, pero siempre me detuvo      
esa idea absurda de no poder progresar.
    
Esa culpa de no poder confesar,
el difamar de mi poco andar      
si me voy me podrían olvidar.
      
Quiero dejar mi legado y no lo quiero abandonar,
sembraré algunas plantas,
Tomaré vino, jugaré como si fuera un niño y no seguiré tus ordenanzas.
Mis maletas están listas, es hora de tomar mi rumbo, insegura, débil y desalentada,
atrapada en la idea de ser migrante, de tener que abandonar, dizque para progresar, me duele dejar, soltar, pero si me quedo más tiempo no voy avanzar.

May Romero
Destino sin rumbo

Soy oriunda del Norte Cauca, un territorio que me vio crecer, pero que también vio morir a muchos. He visto como la movilidad desde mi experiencia como marica negra migrante, ha afectado y transformado mi vida. Al igual que mis ancestros que tuvieron que movilizarse por el abandono estatal de las periferias del litoral pacífico colombiano a grandes ciudades como Cali, para acceder a mejores oportunidades sociales y económicas. Sumando a las motivaciones la violencia, la desesperanza y la lucha por sobrevivir a todo un sistema que les impide progresar.

May Romero

Como si de una ley divina se tratase; los grupos al margen de la ley se toman los territorios, purgando a los pueblos de los consumidores de drogas, habitantes de calle y maricas. He visto como muchos de mis amigos de la primaria los mandaron a dormir y nunca despertaron; he visto que les quitaron el aliento a mis hermanas maricas por ser diferentes, sentir la frustración de ser un nadie que debe huir para que su nombre no sea olvidado, porque si grito muy alto nunca volveré hablar.

Recuerdo mucho cuando de peque iba al río con mi abuela a lavar ropa, estar en medio de la naturaleza era muy agradable, recolectar leña con mi abuelo y algunas hierbas para hacer las curaciones. Pero empecé a crecer, necesitaba progresar, la falta de educación superior, la falta de trabajo, me obligaron a salir de mi pueblo a los 17 años con unas ganas de quedarme en casa, pero tenía que mirar hacia adelante. Estar en una ciudad que no te acoge a la primera, que te enseña a las malas, y ahí es donde esas ganas de estar acompañada se transforman en una soledad agobiante. Querer llorar mientras no estás en casa, quizás no llamar para no preocupar a tu madre y tratar de estar siempre bien. Ser migrante es sentirse sin hogar a cada lugar que vas, es migrar el apego territorial.

Estar en una ciudad que no te acoge a la primera, que te enseña a las malas, y ahí es donde esas ganas de estar acompañada se transforman en una soledad agobiante.

Movilizarme del Cauca a Cali ha sido una gran experiencia creo que en el proceso hay momentos bonitos, como encontrar personas con las cuales se puede hacer comunidad, sentirte acompañada mientras estás viajando entre dos territorios. A veces, quisiera solo quedarme permanente en casa, pero las condiciones superan a tal punto de volverte una visitante, que va de vez en cuando o solo está en las fiestas familiares, porque las ganas de crecer de diferentes formas absorben esa idea de quedarte donde te puedes estancar, en un lugar que es peligroso para ti, donde no puedes ser libre a totalidad, donde el conflicto permanece y no desfallece, son muchas razones por las cuales seguiré siendo una migrante errante.

Periodismo antirracista desde las voces negras y disidencias sexuales.

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