Luis M. Benítez Páez es un educador para la paz, licenciado en Ciencias Sociales y con una Maestría en Análisis de problemas económicos, políticos e internacionales. Fundó y trabajó en la Corporación Otra Escuela por 17 años; tiene experiencia por más de 10 años en el tema de masculinidades y realizando acompañamiento psicosocial a comunidades. Hoy en día es cofundador de la empresa de consultoría llamada Dreaming Action, que se dedica a asesorar empresas del sector privado en temas de evolución de la cultura organizacional, desarrollo de habilidades y capacidades blandas y en gestar agendas de género, equidad y diversidad. Hizo parte de una iniciativa del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) y la Organización Internacional para las migraciones (OIM), que fue financiada por la Embajada Británica, para llevar a cabo diálogos transformadores entre manifestantes y miembros de la fuerza pública, antes y después del estallido social del 2021 en Colombia, momento en el cual se vivió una profunda violencia y se agudizaron gravemente las tensiones entre ambos actores sociales. En esta entrevista Luis nos cuenta cómo fue su experiencia llevando a cabo este proceso.
Otra Escuela: ¿Cómo llega a este ejercicio de activar diálogos entre manifestantes y fuerza pública?
Luis Benítez: Esto surgió a partir de una petición que me hizo una colega del CINEP de hacer un taller muy sencillo de diálogos entre manifestantes y miembros de la Fuerza Pública en la Guajira. Fue un ejercicio muy sencillo utilizando el juego y a partir de ese momento me quedé en este proyecto. Es un proyecto financiado por la Embajada Británica en el marco de los acuerdos de paz en el horizonte de la estabilización y cuyo propósito fundamental es apoyar la transformación de la Policía Nacional a través de un programa que se llama IPE (Innovaciones Policiales para la Estabilización), ejecutado por la OMI y el CINEP, yo entro a ser parte del equipo de esta última organización y ahí estuve hasta el 15 de marzo de 2023, fecha en la que se terminó el proyecto.
OE: ¿En que consistió el proyecto de diálogos transformadores entre los manifestantes y la fuerza publica?
LB: El componente en el que yo participé estaba enfocado al cuidado de la vida en el marco de las manifestaciones públicas. Al interior de este componente nos trazamos dos objetivos, el primero era hacer un diagnóstico del tipo de movilizaciones que se dan en las regiones colombianas, sus causas y consecuencias. Cuando terminamos ese ejercicio de diagnóstico entramos en la tarea de generar diálogos entre la Policía Nacional y los sectores que se venían manifestando de manera más recurrente en esas regiones del país.
Ese diálogo lo buscamos en función del reconocimiento de los actores que hacen presencia en las manifestaciones como actores legítimos, para así propiciar acercamientos que le permitieran a cada uno de ellos entender al otro como un sujeto de derechos que sale a movilizarse. Nosotros convocamos a organizaciones campesinas, sindicales, estudiantiles, gremiales y por supuesto, a la Fuerza Pública, específicamente a la Policía Nacional. Lo que buscamos en este espacio fue encontrar claves para el cuidado de la vida y poder pensar en estrategias de cuidado en la manifestación pública desde el entendimiento de que existe el derecho a la protesta y que este tipo de situaciones se van a seguir presentando. Buscamos lograr este objetivo, esencialmente usando la técnica de diálogo conocida como Open Space (Espacio Abierto) en las regiones de La Guajira, el César, Córdoba, Sur del Tolima y Buenaventura.
En la última fase desarrollamos los laboratorios de deliberación ciudadana buscando hacer aportes para una posible Ley marco de Defensa y Cuidado de la manifestación pública en Colombia en el gobierno actual. Estos laboratorios que desarrollaron una metodología socioafectiva para lograr diálogos auténticos se llevaron a cabo en Magdalena, los Montes de María de Sucre y Bolívar, Florencia en Caquetá, Cali en el Valle Del Cauca, y en Santander de Quilichao en el Cauca.
En Colombia se dice todo el tiempo que dialogamos, lo cual no es tan cierto porque si así fuese, no tendríamos realidades tan crueles.
OE: ¿Qué metodologías y herramientas se utilizaron en este proyecto?
LB: Al terminar el proyecto nos quedó la sensación de que el mayor valor agregado fue justamente el desarrollo metodológico. En Colombia se dice todo el tiempo que dialogamos, lo cual no es tan cierto porque si así fuese, no tendríamos realidades tan crueles. Yo soy de la idea de que debatimos y discutimos más que dialogar. Entonces mi tarea fue crear ambientes de diálogo previos a la deliberación y para eso me basé en la metodología socioafectiva, en la cual se hace mucho énfasis en herramientas como el juego y el arte para el conocimiento y reconocimiento de las personas que entran en el espacio de diálogo y para apreciar la perspectiva del otro.
Por ejemplo, hicimos un ejercicio para la deconstrucción de la imagen del enemigo y utilizamos el teatro para contar historias límite de la manifestación pública, es decir, historias reales con consecuencias difíciles para cualquier actor en el marco de una manifestación pública. Con estos elementos creamos las condiciones para el diálogo, este camino que estoy describiendo se demoraba medio día o un día y luego sí, invitamos a deliberar las preguntas que los objetivos del proyecto demandaban.
Lo que pasó esencialmente es que esa etapa anterior fue la que permitió que, primero, la gente se escuchará y segundo, que pudieran deliberar desde sus posiciones sin perderlas, sin negarlas, pero reconociendo la postura del otro como la posición de un genuino otro. Además, y especialmente, se logró que las personas bajaran de sus posiciones y dejaran descubrir sus creencias, valores, emociones y necesidades. Algo muy interesante que sucedió en estos espacios, fue haber logrado pasar de la postura del enemigo, a la postura del adversario.
Entonces, para mí ese es el gran regalo. Y con esto me queda claro que, no basta con decir que queremos dialogar, sino que se necesita crear condiciones para el diálogo, sobre todo en una sociedad en la que nos hemos acostumbrado a violentarnos antes de dialogar. Con firmeza y después de esta experiencia digo que Colombia no necesita más mesas de diálogo sino que, necesita ambientes de aprendizaje para el diálogo.
OE: ¿Por qué es importante trabajar alrededor de diálogos transformadores entre manifestantes y miembros de la fuerza pública?
LB: La importancia radica en que son los actores que se hacen presentes en la manifestación pública. Estamos hablando de unos sujetos colectivos que tienen unas demandas sociales producto de la crisis social, política y económica del país, que se movilizan por sus derechos y es a la Policía Nacional como Fuerza Pública, a quién le confieren la tarea de acompañar estas manifestaciones. Como son los actores principales, pues el diálogo es necesariamente con todos estos actores que entran en choque y se violentan mutuamente. Además de lo anterior, desde el proyecto el objetivo es aportar al cambio de creencias, de imaginarios y de prácticas al interior de la policía nacional en un momento de transformación de la institución en nuestro país.
OE: ¿Cuáles fueron las principales dificultades y retos que se presentaron en este proceso?
LB: Las principales dificultades tuvieron que ver con el escepticismo que había. Este proyecto se desarrolló justo antes del estallido social y después del estallido social del 2021, en un momento de profunda y aguda violencia, ahí los manifestantes se radicalizaron producto de la enorme violencia que vivieron, entonces eso como preámbulo fue muy complicado. Las partes estaban supremamente polarizadas, había una absoluta desconfianza en la Fuerza Pública y la Fuerza Pública también tenía absoluta desconfianza en los actores que se movilizaban, sobre todo en los jóvenes que protagonizaron el estallido y en especial, los jóvenes de la Primera Línea.
Entonces, esas radicalizaciones y desconfianzas producto de una violencia que fue objetiva, palpante y real, nos hizo difícil el panorama. Otro factor que fue complejo tuvo que ver con la vida y la historia de la Fuerza Pública, pues sabemos que ha sido una institución que ha entrado en choque con la ciudadanía en muchos momentos de nuestra historia como país. El programa IPE y el proyecto en el que participé existe o existió justo para lograr una conexión de la Policía con la ciudadanía y deconstruir toda esa desconfianza que se ha acumulado durante tantos años.
También tuvimos la dificultad de convocar a los sectores gubernamentales, que son los garantes de la movilización pública en las regiones. Fue muy difícil esa convocatoria porque estas instituciones viven con agendas enormes y los funcionarios públicos no están tan decididos y abocados a estar en procesos de diálogo social y público. También fue un reto el tiempo. Las fases del proyecto fueron cortas y retadoras, teníamos que hacer una gran cantidad de esfuerzos en poco tiempo.
Pero yo creo que en general el ambiente de violencia que se dio en el país en la historia reciente fue lo que más afectó. Aún en la segunda fase que se llevó a cabo este año, todavía había rezagos de esta violencia desatada en 2021. Recuerdo mucho que el laboratorio que hicimos en Cali fue muy difícil porque estaban jóvenes de Primera Línea y Policía Nacional sentados en un espacio de diálogo y las heridas del dolor y la rabia todavía están abiertas. Eso fue un panorama que complicó todo pero que también enriqueció el proceso y le dio una nueva potencia.
La gente sale viendo al otro como un legítimo otro, sintiéndolo, no dejas de tener la postura crítica que tienes con él, pero tu postura crítica no lo aniquila, no lo anula, no lo desaparece, sino que lo confronta sin deshumanizarlo.
OE: ¿Cómo fue la recepción de los participantes de este proyecto?
LB: Yo creo que el balance de las dos fases es supremamente positivo. El objetivo que tenía que ver con el reconocimiento de los actores por parte de los otros se cumplió. Eso tuvo que ver con la metodología porque hay grandes voces y expresiones que evidencian que allí hubo un gran logro, la gente sale viendo al otro como un legítimo otro, sintiéndolo, no dejas de tener la postura crítica que tienes con él, pero tu postura crítica no lo aniquila, no lo anula, no lo desaparece, sino que lo confronta sin deshumanizarlo.
Entonces yo siento que ese objetivo fue absolutamente logrado y la gente sale reconociendo el espacio de diálogo y afirmando que metodológicamente esto se debería seguir haciendo, sobre todo en un gobierno en el que la palabra diálogo social está en boca de muchas personas y moviendo muchos temas, pero con muy pocas prácticas pedagógicas para hacerlo; otra vez se habla de diálogo social, pero en mesas eternas de conversaciones donde la gente debate y discute, más que dialogar..
OE: ¿Cuáles fueron los mayores aprendizajes y reflexiones que se recogieron de esta experiencia?
LB: Para mí el principal aprendizaje es la creencia absoluta de que los ambientes de diálogo se tienen que crear y se pueden crear y hay que hacer un gran trabajo en ese sentido si queremos que la expresión diálogo social en Colombia tenga algún sentido. Otro gran aprendizaje es que la Policía Nacional es una institución profundamente difícil y jerárquica, es muy grande y al interior de ella se ha vivido en la historia, la idea de una policía para la guerra y no una institución para la seguridad ciudadana. La policía nacional en su lógica comprensiva de nuestra realidad desde la óptica del enemigo interno no le ha permitido ponerse al servicio de la ciudadanía. En ese sentido me parece que los movimientos de reforma al interior de la Fuerza Pública son absolutamente válidos, si queremos tener una institución policial garante de los derechos humanos. Lo más valioso para mi fue haberme dado cuenta que al interior de la policía hay personas y expresiones que quieren ese cambio y que trabajan por ello.