Catalina Quiroga Pardo, profesional del equipo de la Corporación Otra Escuela, nos cuenta sobre el Encuentro Magdalenas-Territorios de vida que tendrá lugar desde el 31 de marzo al 2 de abril en Santander de Quilichao, Cauca.

Laboratorios Magdalenas 

Este laboratorio nació de las inquietudes de las mujeres brasileñas que en su práctica de Teatro  del Oprimido (TO) se dieron cuenta de la necesidad de profundizar en las opresiones que vivían  como mujeres y en la búsqueda de alternativas para su transformación. Tomaron como base aportes del teatro del oprimido de Augusto Boal, la pedagogía de Paulo Freire y el teatro social  de Bertolt Brecht. Este laboratorio se ha llevado a cabo en muchos lugares del mundo en las últimas décadas,  generando un movimiento internacional de mujeres llamado “magdalenas”.

El laboratorio de Teatro de las Oprimidas es una adaptación de varias técnicas del Teatro del Oprimido y otros lenguajes artísticos (escritura, plástica, performance) para el desarrollo de un Laboratorio Teatral exclusivamente con mujeres, tomando como punto de partida del proceso creativo las opresiones de género y las vivencias que experimentamos como mujeres. Estos Laboratorios son una apuesta política y creativa de la Corporación Otra Escuela para trabajar el Teatro de las Oprimidas con mujeres constructoras de paz en distintas regiones del país.

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Otra Escuela: ¿En qué va a consistir el Encuentro Magdalenas?

Catalina Quiroga: El encuentro lo hemos pensado como un intercambio de experiencias entre seis grupos de mujeres que han vivido Laboratorios Magdalenas, algunas se han conformado como grupo de teatro. Todas son mujeres que han vivido la cotidianidad de la guerra en los Departamentos de Cauca, Caquetá y Meta, y han decidido construir paz en sus territorios, desde diferentes acciones y lugares. Hay grupos de mujeres familiares y buscadoras de personas desaparecidas; de mujeres campesinas que han sido víctimas de violencia y trabajan en temas de memoria; de mujeres con experiencias muy cercanas a la guerra; de mujeres jóvenes y mujeres afro.

La idea es que ellas puedan compartir sus experiencias alrededor de lo que les ha significado hacer teatro, teniendo en cuenta que no son mujeres teatreras. Muchas de ellas son trabajadoras de la tierra, amas de casa, estudiantes, lideresas en sus comunidades o ambientalistas que se dieron a la posibilidad de contar desde su cuerpo sus experiencias. Lo que tienen en común es que todas han realizado obras desde el Teatro Foro, que son obras creadas a partir de las experiencias vividas. Son mujeres que en colectividad se han acompañado a contar sus propias historias y hacerlas públicas, para que a través del ejercicio creativo se puedan buscar alternativas ante las opresiones que se abordan en esas obras.

En el encuentro vamos a tener tres talleres en paralelo: Un taller de dramaturgia en el Teatro Foro, que aborda la importancia política de contar nuestras propias historias; un taller de juegos y herramientas para trabajo con las comunidades, sabiéndolas a ellas lideresas en sus territorios, y un tercer taller sobre cómo sostenernos y gestionarnos como grupo. También queremos encontrarnos para preguntarnos sobre la lectura del contexto actual que tienen ellas como mujeres constructoras de paz desde sus vivencias y apuestas de ahora.

Las magdalenas somos esos grupos de mujeres regadas por el mundo preguntándonos por las transformaciones que nos atraviesan en los cuerpos, desde el teatro, desde la estética, desde el ritmo. 

OE: ¿Qué es lo que más te emociona de este encuentro?

CQ: Este proceso me produce mucha ilusión y admiración hacia las mujeres que han participado en estos procesos. También mucha nostalgia al recordar los procesos que hemos trabajado y que ellas han realizado, algunos son muy recientes y vienen desde el año pasado, pero hay otros que se llevaron a cabo en el año 2018.

Me emociona la posibilidad de encontrarse y la posibilidad de que mujeres con vivencias tan dolorosas de la guerra y el conflicto armado, desde su cuerpo, tengan la valentía de contar estas historias con mucha dignidad y estén en la disposición para compartir sus experiencias, sus rabias, sus aprendizajes y sus esperanzas con otras.

También me emociona verlas a ellas confrontadas con el escenario teatral, porque hay algunas que les fluye y sin pena lo hacen, pero hay otras que les ha costado mucho enfrentar la pena de hablar en público, aun así, se mantienen firmes. Me parece muy hermoso el proceso de los cuerpos abriéndose desde el entretejer confianza.

OE: ¿Cuál ha sido tu experiencia al trabajar con estos grupos de mujeres?

CQ: El T.O ha sido una apuesta política, estética, emocional de Otra Escuela para pensarnos la transformación de las opresiones, y no solo pensarlas, sino ensayarlas y preguntarlas. Desde la misma gente que vive las opresiones, hay unas opresiones de género, de racialidad, de territorialidad a las cuales es interesante no solo ponerle la lupa, sino, además, poner los medios y herramientas para que sean las mujeres quienes cuenten sus propias historias.

Recuerdo estar en uno de los Laboratorios aprendiendo de un par de mujeres que llevaban más tiempo en esto del teatro y las reflexiones que se compartían se relacionaban con que es profundamente político cuando una mujer se para en el escenario y además lo hace para contar su propia historia y no para contar la historia que han construido otras personas, entonces, en primer lugar es político porque se está tomando un espacio público, en segundo lugar por el hecho de estar colectivizadas y el tercero por estar contando, agarrando y sabiéndose con la agencia de transformar en colectividad las opresiones que están atravesadas en su propia historia.

Catalina Quiroga, facilitadora de la Corporación Otra Escuela.

«no queremos más guerras porque no queremos que nuestros hijos vayan a la guerra»

OE: ¿Qué papel juegan las mujeres en la construcción de paz en los territorios?

CQ: El primer acercamiento que tuve con la construcción de paz y las mujeres fue precisamente que me enseñaran esto: que las mujeres históricamente han sido las constructoras de paz, aunque eso sea algo poco nombrado. Recuerdo mucho que en algún momento eran las mujeres quienes decían «no queremos más guerras porque no queremos que nuestros hijos vayan a la guerra» y haciéndolo desde su rol de madres a nivel social o luego diciendo «pues es que ustedes son los que van y se matan y nosotras somos las que nos quedamos trabajando y sosteniendo las comunidades», entonces no digan que no tenemos un papel ahí porque claramente nos afecta.

En este encuentro hay un grupo de mujeres buscadoras, que es un rol contradictoriamente muy admirable, es decir, nadie debería tener que estar buscando a sus familiares. También hay mujeres que mantienen toda una apuesta hacia el acuerdo de paz y también una apuesta territorial que sea real para las mujeres, lo cual es complejo. Mucho de lo que decían algunas mujeres firmantes del acuerdo es que cuando estaban en la guerra tenían distribución de tareas que no estaban tan atravesados por el patriarcado, en los campamentos hombres y mujeres hacían aseo, hombres y mujeres cocinaban, hombres y mujeres portaban armas.

Desde las vivencias que ellas habían tenido sentían que la distribución de las tareas del hogar y del cuidado eran medianamente más equitativas frente a lo que son los roles tradicionales y dejar estos espacios colectivos de la guerra y ser firmantes del acuerdo les ha puesto otra vez en la disputa de cómo no estar solamente en esos lugares. Ellas buscan alternativas distintas para su vida, buscan su estudio, su economía y no todas sueñan con ser amas de casa.

También están las mujeres jóvenes de Buenos Aires – Cauca con su lucha cotidiana en zonas y territorios donde el conflicto armado permanece. Ellas apuestan desde lo comunitario para que su proyecto de vida sea distinto al que todo su contexto y toda la desigualdad estructural de este país le dice que debería ser su lugar como mujeres negras de territorios rurales.

OE: ¿Cómo esperas que el encuentro impacte la vida de las mujeres que participan en estos grupos y cómo esperas que sea el impacto hacía afuera?

CQ: Yo siento que un primer impacto es alimentar la esperanza, esto que hacemos tiene un sentido y merece la vida, la lucha y el disfrute que lo sigamos haciendo. También que se alimenten en herramientas, en reflexiones, en preguntas, en experiencias que se puedan llevar a sus espacios colectivos, así mismo que puedan entretejer confianza y actualizarse en preguntas. A veces estos encuentros son necesarios ante el rigor del ritmo de la vida, pues siempre hay que trabajar, que los hijos, que la familia y es importante darse un espacio de pausa para preguntarnos cómo las mujeres construimos paz en este momento del país y desde nuestros territorios.

Y el impacto para afuera es seguir contando las historias y las apuestas de las mujeres; que entiendan que no necesitamos que nadie más cuente nuestras historias, solo es que nos escuchen. También es esa disputa comunicativa en los medios, que reconozcan que las noticias sobre las denuncias y alertas de derechos humanos no son las únicas que pueden salir sobre el Cauca, Caquetá y el Meta; si no que también se cuente sobre estas otras luchas y peleas que se hacen por la vida y por la dignidad y por qué se hacen.

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