El Diplomado de “Teorías y metodologías creativas en la construcción de culturas de paz” es el resultado de nuestro caminar a través de los años en la exploración de formas de educación alternativa, a través del arte y el juego, que nos permiten transitar los conflictos de una manera diferente a la violencia. En el año 2016 ofertamos por primera vez el Diplomado y desde entonces han sido múltiples los aprendizajes, reflexiones y amistades que hemos cosechado. En este artículo queremos compartirles algunos sentires y experiencias de las personas que participaron en la séptima edición (2022):

“Cuando no podía ser aire, otras soplaron”

Ángela estudió Ciencias Políticas y siempre ha trabajado en el área de comunicaciones desde lo institucional. Según nos narra, su labor ha consistido en pretender ser la voz de otros, aunque en muchas ocasiones no le ha gustado ser esa voz. Al principio, el Diplomado fue una experiencia incómoda para ella: “Nos pedían ser aire, ser fuego, ser tierra, ser agua. Yo no sabía cómo ser, literal y figurativamente hablando. Lloré un poco al llegar a mi casa, casi todas las veces y me sentí estúpida de no poder habitarme, de sentirme ridícula”.

A pesar de esa incomodidad inicial, Ángela se prometió a sí misma que iba a terminar el proceso. El tiempo fue pasando entre la formación teórica y los múltiples conflictos reprimidos (individuales y colectivos) que la fueron atravesando; hasta que, en una ocasión, debido al cansancio y las noticias abrumadoras de esa semana, ella sintió que todo perdía el sentido: “¿Cuál es la necesidad, me pregunté, de estar reunidos en un salón hablando de cosas que solo nos importan a quienes estamos acá? ¿Cuál es el objetivo pragmático de abrir esta caja de pandora que representa mis emociones, mis miedos, mis tristezas? ¿Para qué sanar heridas colectivas entre pocos si somos millones?”.

Sin embargo, algo mágico ocurrió después. Ángela no se imaginó que esas personas, que hasta hacía poco eran extrañas, la iban a escuchar con empatía y sin juzgamiento. Por primera vez, era su voz la que sonaba y no la voz que a veces pretendía ser. “Era mi sentir y era válido. Era mi hacer y era válido y desde ese día empecé a vivir el proceso de una manera diferente. Me di cuenta que la primera manera de construir paz era reconciliándome conmigo misma”.

Ella afirma que su mayor aprendizaje en este proceso fue adquirir la capacidad de ser aire, ser fuego, ser tierra y ser viento “Y cuando no la logre confiaré que encontraré otros que soplen por mí, otros que fluyan conmigo, otros que me den raíces y algunos que siempre tengan chispa para prender la hoguera “.

Más allá de lo académico…

Leonardo es politólogo de profesión. Llegó al Diplomado porque quería aprender, fortalecer sus capacidades y, como él mismo dice, “darse un regalo”. Según nos relata, estaba muy interesado en profundizar sobre los aspectos teóricos de las metodologías y la facilitación en los procesos de construcción paz. Además, solo tenía en mente una pregunta “¿Qué puedo aprender como facilitador?”. Sin embargo, conforme fue avanzando el tiempo, se dio cuenta que este espacio trascendía más allá de lo académico: “En este proceso llegué a tener unas lecciones muy profundas sobre mi vida”. 

Una de las mayores lecciones tenía que ver con su quehacer laboral. Leonardo nos cuenta que siempre ha sido un profesional muy pilo y con una capacidad racional muy fuerte, motivo por el cual, ha terminado en algunos lugares donde su rol es bastante técnico y esto lo ha llevado a alejarse un poco de otras motivaciones existentes en su vida. “Allí hay una pasión profesional que no necesariamente he priorizado (…) Me quedó ese gusto por seguir aprendiendo, por seguir facilitando, por seguir acompañando este tipo de procesos, independientemente de cómo me vean las personas”.

Por otro lado, Leonardo nos comentó que para él fue muy significativo un ejercicio de comparación que hicimos entre la educación tradicional y la educación alternativa, ya que esto le hizo reflexionar sobre algunas situaciones de su pasado que estaban relacionadas con sistemas de opresión. Además de ello, en las actividades de introspección, él pudo encontrar herramientas para sanar y perdonar. “Este diplo me permitió entender que muchos de los daños que me hicieron en el colegio responden a una estructura (…) El colegio en el que yo estudié fue autoritario, violento, hostil, complejo, en últimas no fue un lugar seguro”.

Según nos expresa, el Diplomado hizo que se reforzara y creciera en él una inquietud bastante grande en cuanto al planteamiento actual de la educación y cómo muchas veces esta se vuelve represiva y violenta. “Hay que seguir pensando la educación, sea formal o informal, de una manera totalmente distinta, de una manera que realmente nos cuide. El proceso educativo no puede ser un pretexto para seguir reproduciendo las opresiones y las violencias que hemos aprendido culturalmente”. De esta forma, él afirma que uno de sus grandes aprendizajes en este proceso fue: “en este tema por la educación hay que
seguir dando la pela”
.

Poner en marcha la vida interior

Lucía es Licenciada en Ciencias Sociales y nos compartió unas líneas acerca de su participación en el Diplomado. Ella nos narra que el Diplomado fue “una experiencia que pone en marcha la vida interior. Expone el ser que somos al contacto estrecho con otros cuerpos, miradas e historias”. Ella describe su sentir como “una magia revitalizante en medio de la fría sociabilidad que nos cobija en la cotidianidad, y nos aleja de la vida creativa y los verdaderos amores”.

Además de ello, nos alegró saber que para Lucia el Diplomado había significado una apertura de horizontes pedagógicos aptos para ser implementados en organizaciones e instituciones educativas. Según sus palabras, esta experiencia “Brinda sustento teórico y conceptual a lo que atraviesa la vida: los poderes, las violencias, los dolores, las artes, las maneras que tenemos de aprender, los sueños y anhelos de seres conscientes de la realidad sobrecogedora que nos agolpa las entrañas, y en ocasiones nos inmoviliza, frustra, y debilita la existencia”.

Por otro lado, Lucía piensa que su paso por este proceso fue muy enriquecedor gracias a las vivencias y experiencias colectivas pasadas, presentes y futuras que allí se manifestaron y que representaron “un sinfín de risas, lágrimas, nudos en las gargantas, pesos en los hombros, movimientos de caderas, y abrazos grupales al final de los días”.

Por último, ella nos dice: “llena de esperanza y sentido encontrar un espacio que se piense la vida en Colombia, el país de las mariposas amarillas y los mares de sollozos. Para quienes sentimos el dolor de las mujeres, hombres, niños y niñas dolientes del conflicto armado, es la oportunidad de conspirar transformaciones sociales que hagan de la vida una fiesta y no lastre”.

Si llegaste hasta aquí y te interesa participar en el Diplomado, puedes consultar este link

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