El teatro me parecía fascinante desde siempre, incluso cuando no sabía que se llamaba así. Recién cumplía los quince años cuando me invitaron a actuar en un grupo de teatro que yo no conocía y que se reunía en una casa amarilla a unos barrios de distancia de mi casa. Recuerdo subir por esa calle ancha y ver esa enorme casa amarilla de puertas y ventanas verdes a la que entré tímidamente, a mi derecha seis escalones me separaban de una segunda puerta que, para mi sorpresa, guardaba un escenario, un teatro, no como el de mi escuela, éste tenía luces, telones, tenía las paredes negras, camerino y una amplía gradería en madera. Yo no podía creer que ese lugar existiera tan cerca de mi barrio. En esa casa pasaban muchas cosas, entre ellas el descubrimiento de mi lugar en el mundo y mi propósito de vida.

Llegué a la Corporación Cultural Nuestra Gente a hacer teatro y luego me vi recorriendo todos los barrios de la zona. Allí me enseñaron que la cultura se vive, se piensa y se planifica desde el territorio y yo me sorprendía, pues nunca había caminado por esas calles, no había cruzado esas quebradas, no había visto la puesta del sol desde ese puente, no me había sentido parte de ese territorio hasta ese momento. Haciendo teatro comunitario, el espacio se me convirtió en un lugar, es decir, cobró todo el sentido y el significado para mí y me permitió descubrir que yo, una chica de un barrio popular y periférico de una ciudad como Medellín, podía conocer el mundo y acercarles el mundo a otros desde esa esquina, desde el teatro, y que no sólo podía conocerlo, sino también transformarlo.

A los quince años yo no pensaba que el teatro tuviera tanto poder, hoy a mis casi treinta y cinco me recuerdo y veo el camino recorrido, con la confianza siempre en que el teatro comunitario moviliza a las comunidades en las que se encuentran y contribuyen a la planeación local del desarrollo. Sus sedes son puntos de encuentro y lugares de acogida, son espacios para el afecto. También espacios para pensar y resignificar prácticas que se normalizan y en el fondo y la forma siguen siendo violentas y es justo ahí donde también se debe poner el foco.
El teatro comunitario me permitió encontrarme a misma, encontrar mi voz, mis sensibilidades, mis sueños y frustraciones; me posibilitó ver mis territorios, ser parte de, tomar posición, ver a otros y otras que nunca había visto y verles como iguales; definir y defender mis principios de vida, lo sagrado, elegir conscientemente ser madre y entender que mi ser en el mundo no se trata solo de mí, se trata del nosotras.
¿Cómo el teatro comunitario construye paz?
Es una pregunta a la que vuelvo constantemente y a la que le he encontrado muchas respuestas. Los grupos de teatro comunitario -en el caso de Colombia se encuentra la Red Colombiana de Teatro en Comunidad- han reconocido en su territorio el lugar para la incidencia y la resistencia en la búsqueda de una vida digna para todas las personas que ahí habitan y el teatro ha sido la herramienta para ello. El Teatro como medio y también como fin, desde la resistencia creativa que nos lleva a lugares del territorio nacional que a veces ni están en los mapas y llegamos en chiva, en mula, a pie. El teatro comunitario construye paz cuando llega a los territorios y se mira a los ojos y de manera horizontal con las otras y los otros, cuando da lugar al asombro. Pero también hoy, el teatro comunitario nos tiene que invitar a mirar hacia adentro, a construir la paz con nosotras mismas, a vernos con compasión y amor profundo.

El teatro comunitario me permitió encontrarme a misma, encontrar mi voz, mis sensibilidades, mis sueños y frustraciones; me posibilitó ver mis territorios, ser parte de, tomar posición, ver a otros y otras que nunca había visto y verles como iguales; definir y defender mis principios de vida, lo sagrado, elegir conscientemente ser madre y entender que mi ser en el mundo no se trata solo de mí, se trata del nosotras. Gracias infinitas a Nuestra Gente, al Teatro Cazamáscaras y a la Red Colombiana de Teatro en Comunidad por permitirme ser una artista para la vida.